Fue en el barrio conocido como “La Barra” de La Ceiba, cerca
de la antigua barra del Rio Cangrejal de La Ceiba que me familiaricé con los pescadores, los
cayucos y los nombres de los peces. ¡No es así no másque hablo de “calales” en
una canción! Mi padre es un entusiasta
de la pesca y responsable de mi fascinación con el mar. Cuando yo era un niño,
uno de sus placeres era, después del
trabajo, ir a “La Barra,” sentarnos en los cayucos embrocados en la
playa y conversar con los pescadores sobre la pesca ese día hasta que caía el
sol; Se hablaba sobre que especies se habían capturado, que peces se les habían
escapado, el viento, la marea. Unos buenos años de mi infancia y adolescencia
pasé de esa forma mis tardes, jugando
con la arena o correteando en la playa con los niños del lugar, viendo el mar y
escuchando historias.
Fue mi hermano, que me hizo notar ya sendo adultos, que es de allí que
ambos tenemos la costumbre de no estar
tranquilos si estando en La Ceiba no vemos el mar todos los días. Yo mismo no
había reparado en ello.
Ir a la playa a la
hora del regreso de los pescadores (llegan justo antes de la hora el almuerzo)
es un ritual en peligro de extinción no solo en este puerto sino que en
muchos lugares del mundo donde la pesca industrial indiscriminada ha hecho
desastres con la vida marina. Las
historias de crueldad y de abuso y aniquilación de especies en las redes son
indignantes y conmovedoras.
Quizás esto es algo que mis nietos no lograrán ver: Llegar a
la playa cuando los pescadores son todavía
puntitos en el mar. Verlos
acercarse lentamente con sus velas de manta y sentir la curiosidad de todos los
que esperamos por ver que han capturado. Ver como los hombres del vecindario
empujan el cayuco a la playa y asomarse
a ver el tesoro. A veces es emocionante, a veces es decepción. Nuestro día no
fue muy bueno y hay clientes que cuando
la captura es poca tienen preferencia.
No puedo evitar observar
a los capitanes de los dos cayucos que han llegado “La Gaviota y “El
Huracán”. Su rostro de viejos lobos de pesca
y conocedores del viento, la marea y lectores atentos de la escritura
del cielo cuando anuncia buen tiempo o temporales; Su piel endurecida por el
sol, pies que no imagina uno calzados, pantalones
arremangados, brazos que alguna vez tuvieron músculos suficientes para no
necesitar a dos hombres que ayudaran a subir el cayuco a la playa; Esa serenidad
en los ojos que solo el mar y la soledad del oficio pueden dar.
“El Huracán “ y “Gaviota” se asemejan en personalidad a los
capitanes. Viejos cayucos con arrugas,
huellas del mar y del tiempo en la madera. Huellas que sobresalen a
pesar de lo coqueto que han pintado recientemente
a “La Gaviota” .
Cayucos de troncos de maderas preciosas tallados por diestros y antañones artesanos .
Árboles y oficio en vías de extinción.
Cada vez vemos más cayucos plásticos lo
cual esperamos signifique salvar un también de las garras de los cortadores
ilegales.
Los pescadores del barrio
Miramar han llegado, vendieron el poco pescado que trajeron. Sus hijos
no llegan a recibirlos, sus nietos están en la escuela o jugando video juegos.
Son de una época que anuncia a gritos no solo que está terminando sino que
quiere terminar.
Unas cuantas sierras y unos jurelitos es lo que ha captrado
los dos pescadores. Lo único inusual es
que el pescador del “Huracán” sacó una manta raya. Dice que su suegra le enseño
como cocinarla y que es sabrosa. Ha vendido las sierras jureles y ha dejado los filetes la manta raya
para su casa.
El pescador del “Huracán” ha sacado una modesta sarta de jureles
y sierras y las vende todas de una vez a un cliente preferencial. Casi nada –
le dice a uno de los que buscaba comprar
–Pero no me importa, a mi me encanta salir – y repite – ¡me encanta! No sé por
qué la confesión en ese momento pero que bueno haberla escuchado para haberla
escrito aquí. Los pescadores cargan en hombros los remos y se pierden entre las calles de tierra del
barrio.
Yo sigo siendo de alguna forma el niño que llega a sentarse
por las tardes a escuchar pláticas sobre jureles, sierras, mareas, viento y la
forma de las nubes. Lo que fue gracias a mi padre, un entusiasta de la pesca,
una
escuela después de la escuela.
1 comentario:
Lo felicito por este artículo tan lindo! que me ha causado nostalgia, me transporte por unos minutos... muchas gracias.
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