He tomado posesión de una isla frente a la costa de Honduras. Isla Soledad se llama, yo la bauticé con ese nombre. Es un lugar donde llego no se si a celebrar la soledad o a celebrar la compañía de las aves que como yo la visitan.
Mi Kayac y vista de la costa desde mi Isla
Ahora, lo extraño de mi isla es que no será posible como es la tradición, construir en ella una casita o sembrar yuca, plátanos y mangos. No podré colgar una hamaca y despreocuparme por una sencilla razón; La Isla aparece y desparece cuando le da la gana.
Les parecerá un lugar muy lejano y fantástico pero en realidad está muy cerca de mi casa. Cuando le se antoja, la isla se aparece en la boca del Rio Cangrejal. Ya he llegado a saber o quizás a presentir cuando se aparece. Tomo mi Kayac y remo por la costa hasta llegar a la boca del río. Allía unos metros de la orilla me espera la Isla Soledad.
Lo primero que percibe el que llega a la isla o la atraviesa para pescar (he encontrado en ella huellas humanas) es que uno está de veras en una isla. La sensación de ver que uno esta rodeado de mar. No hay montañas en Isla Soledad, nada que le impida al aventurero ver que está rodeado de agua y debajo del cielo. Luego de la impresión de la llegada y el cansancio del que llega a ella remando, viene lo conmovedor del silencio. Ese silencio de las islas solitarias. Un silencio de aves marinas, de brisa, de olas.
Por las tardes la isla permite ver como en la cordillera se desvanecen las nubes y quedan las montañas frescas y desnudas en esa especie de azul y morado que adquieren según el antojo del sol a esas horas.
La ultima vez que estuve en Isla Soledad, la puesta del sol fue un espectáculo. El sol decidió pintar el mar de un dorado impresionante.
Atardecer de oro en Isla Soledad
No solo yo aprovecho la aparición de esta isla caprichosa. El reino de aves
que como yo se instala en la isla cuando aparece es impresionante.
Cuando llegué las primeras veces sentía que las gaviotas y pelícanos
me veían con recelo.
Huellas de otros habitantes de la isla
Pensarían que era un torpe ser humano mas de esos que suelen invadir sus paraísos. Después de un rato sentí que me aceptaban y no me hacían mucho caso. Sin embargo guardo mi distancia. Quizás funcionó la vez que les hablé desde mi lado de la isla. En serio, les hablé en voz alta. Quien me hubiese visto me hubiera tachado de loco. (No adarian muy lejos en su apreciación)
Les dije que no estaba en esa isla para interrumpir lo que fuera que estuviesen haciendo, que yo me ocuparía de lo mío que era meditar y ver el paisaje.
Isla Soledad no ha aparecido estos días. Cuando las lluvias incrementen la corriente y el río dibuje formas en su boca resurgirá. Los pescadores me verán remando en mi kayac amarillo en dirección a mi pequeño paraíso. “Allá va el loco del cayuco amarillo, el que pasa horas en la islita hablando con las gaviotas y los pelícanos”.
Gracias : A los pelícanos y a las gaviotas que me permiten compartir la isla sin molestarse.
12 comentarios:
Hermoso, sencillamente hermoso, me encantan las fotografías y como haces que uno se dedique letra a letra leer el relato, me encantaria poder contar con un lugar asi. Salutaciones y buenos deseos siempre Guillermo.
De acuerdo con Oscar. La madre naturaleza nos regala tantas cosas pero es muchas veces escurridiza y parece saber ante qué personas aparecer.
Gracias Guille por llevarme a mis costas y a esos lugares que aun estoy por conocer. De nada me sirve conocerme todas las islitas del pacifico si no conosco esas donde se encuentran todas las maravillas con las que de niños soñamos en ese bonito refugio, Honduras... Tu fan como siempre!
Roxana.
Hermosa tu Isla: La Isla de la Soledad. ¿ Alguien puede sentirse solo ante tanta belleza ? Voy a tomar en prestado una de esas fotos magnificas, la del mar dorado, para pintarla.
Gracias Guillermo.
Desde Barcelona (España),
Maite
Mi correo:
madreselva@teleline.es
Me parece haber topado con tu isla. Guillermo, un abrazo de Costa Rica a Honduras.
Vine a ver si descansaba un poco de tanto barullo.
Gracias.
No se te olvide que me ofreciste llevarme un dia, y yo se que en tu cayuco amarillo cabemos dos.
Un placer leerle y visitarle Señor Anderson. Y gracias por llevarme a su isla.
pretty nice photos...
Encantador relato!Conmovedor!Cuantas personas necesitan esa paz que solo la madre naturaleza puede dar.Gracias por compartir con nosotros sus viajes,lo invito a caminar por los senderos de la montaña La Tigra para que nos narre su experiencia y nos introduzca a ese hermoso bosque que tenemos en Honduras.
Un saludo desde Artesanias Colibri,Valle de Angeles.
Ismary
Cada vez me doy cuenta de lo hermoso que es mi país, a pesar de las diferentes adversidades.....y me siento orgullosa de mi país, y mas de mi Ceibita la bella, que lindo se siente leer cada letra,ver cada fotografia y saber que tenemos lugares hermosos, y por eso debemos cuidar nuestro ambiente....Sigue adelante y te deseo lo mejor...
Impresionante imaginación arrancando de una realidad,preciosos paisajes los de mi tierra querida!
Gracias Anderson por ese corazón tan noble que usted tiene.
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